Ante todo un compañero de ruta y de vida. Julián es una de esas personas en las que se vuelve carne aquello de “pensarnos en colectivo”. Luchó y lucha denodadamente contra el individualismo en cualquiera de sus manifestaciones, siempre antepuso los intereses colectivos a los personales.
Julián es también un militante, un gran militante, capaz de recorrer todos los cursos de la facultad de derecho contando la buena nueva de que la política puede y debe transformar la realidad, haciéndolo con muy pocos recursos, pero poderosos: su conocimiento, su carisma y su humor.
Después de eso nos encontramos con un brillante abogado, capaz de interpretar veloz y acertadamente los intereses en juego en cualquier conflicto que llevemos a sus manos y siempre obteniendo una propuesta que mejore la situación de todos los involucrados.
Académicamente es uno de los intelectuales con mayor potencial de su generación, muy pocos manejan la lógica de relaciones y la teoría de los juegos en clave jurídica como él, y quienes hemos visto su tesis sabemos que va a realizar grandes aportes a la filosofía jurídica argentina.
En definitiva, la Justicia argentina ha ganado un cuadro político-técnico con su designación, que seguramente permitirá que se cumpla el principal objetivo que es profundizar el proyecto Nacional y Popular en nuestra Justicia.
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