El 11 de noviembre de 1951 casi 4 millones de mujeres argentinas votamos por primera vez, en una jornada memorable en que Juan Domingo Perón fue reelegido Presidente. En aquellas elecciones el Partido Peronista fue el único que presentó candidatas en sus listas, lo que permitió que en 1952 veintitrés diputadas y seis senadoras peronistas ocuparan sus bancas.
Hoy 59 años después de aquella primera expresión en las urnas, Cristina Fernández de Kirchner, una de nosotras, conduce el proceso de transformación social, política y económica más profundo de los últimos 50 años, y ello merece una reflexión acerca del rol de la mujer en el devenir histórico, cultural, económico, social y político de nuestro país.
Las mujeres participamos de la vida social y política argentina mucho tiempo antes de que nuestros derechos cívicos fueran reconocidos y aun sin tener acceso a ellos, resultando protagonistas activas en las luchas populares por la construcción de la patria.
Aunque las historias oficiales hayan tendido a invisibilizar o a minimizar el rol de la mujer, fuimos enfermeras y financistas, guerreras y estrategas en las batallas por la primera independencia, heroínas de las luchas gauchas con Macacha Güemes y coronelas de la mano de Juana Azurduy. Resistimos el centralismo porteño en las montoneras federales y desafiamos las convenciones. Fuimos pioneras en Latinoamérica en las reivindicaciones por la igualdad de derechos políticos con Elvira Rawson y Julieta Lanteri. Y como trabajadoras del vestido, tejedoras, alpargateras y sombrereras conseguimos en 1907 la sanción de la Ley de La Silla , legislación de vanguardia que fue hito en el mundo laboral.
La situación de los derechos políticos de las mujeres puede considerarse dividida en cuatro etapas, desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX hasta la sanción de la Ley 13.010 de Derechos políticos de la mujer.
La primera tiene lugar a fines del siglo XIX, principios del siglo XX, en la que el tema de los derechos políticos emerge con la recepción de las ideas del feminismo en Argentina y con las posturas de corte liberal igualitarista del partido Socialista que adoptó el sufragio femenino como una demanda puntual. La figura emblemática de esa lucha es la de Julieta Lanteri, quien inició una acción judicial en pos del sufragio femenino y logró el reconocimiento al voto, pero no fue sino un triunfo fugaz que no fue recogido expresamente por la Ley Sáenz Peña.
Entre los años 1912 y 1938, se consolidó en una segunda etapa, el discurso a favor de los derechos políticos femeninos, pero ese discurso sufrió también los embates de la reacción después del golpe militar del año 1930. Varias agrupaciones sufragistas fueron impulsadas en relación con los partidos políticos a que pertenecían las dirigentes, como el Partido Feminista Nacional o multipartidarias como la Asociación Pro Derechos de la Mujer presidida por Elvira Rawson en 1918 y la Unión Argentina de Mujeres en 1936. Como contrapartida, grupos católicos conservadores propiciaban el sufragio calificado según el grado de alfabetización.
Durante la década del ´30 tuvo lugar el primer debate parlamentario nacional sobre los derechos políticos de las mujeres luego de los proyectos de ley de Alfredo Palacios y varios conservadores, que en el que se ventilaron desde posturas de sufragio femenino irrestricto en igualdad con los varones hasta posturas conservadoras que iban de la negación de todo derecho so pretexto que el lugar natural de la mujer era el hogar y pasando por la concesión del voto calificado o sin obligatoriedad para las mujeres, pero sin que el proyecto se transformara en ley.
De todas formas, la preocupación por los derechos políticos de las mujeres no iba a la par de su promoción y reconocimiento en el ámbito de los partidos políticos locales, sin perjuicio de la creciente participación e intentos de organización femeninos. Merece destacarse por otra parte, que si bien existieron casos de liberalización de la condición femenina entre 1910 y 1940, ello ocurrió mayormente en los segmentos de mujeres de clase media que tuvieron acceso al estudio y a la formación profesional y académica, resultando que a las mujeres de familias trabajadoras les fue vedada incluso la instrucción primaria. De todos modos, a partir de la crisis de 1930, las mujeres fueron cada vez más visibles en el mercado de trabajo, lo cual les permitió modificar antiguas formas de sociabilidad y aprehender nuevos roles.
En la tercera etapa que va desde 1939 hasta 1945, las mujeres conformaron un colectivo cada vez más organizado y movilizado, practicando una política activa, y resultando que la cuestión de los derechos políticos femeninos se enmarcó en la tensión entre democracia y autoritarismo. A la par, el mercado laboral abrió sus puertas a las mujeres.
En esa coyuntura, en Octubre de 1944 Juan Domingo Perón creó la División de Trabajo y Asistencia de la Mujer dependiente de la Dirección General de Trabajo y Acción Social, siendo la primera vez que el Estado asumió los derechos femeninos como reivindicación propia, reconociendo su desempeño laboral y en virtud de lo cual contrajo la obligación de asegurar su protección. Asimismo a mediados de 1945 creó la Comisión Pro-Sufragio Femenino, y las sufragistas que apoyaron la propuesta de gobierno como la Asociación Argentina de Sufragio Femenino liderada por Horne de Burmeister, fueron denominadas “feministas ocasionales” por parte de las feministas sufragistas de fuste socialista, quienes justo es reconocerlo, obtuvieron la sanción de la ley por la que habían luchado, en el marco del gobierno peronista.
La cuarta y ultima etapa tiene lugar entre 1946 y 1955, y en ella sucede la asunción de Perón, la aparición política de Evita y la sanción de la ley 13.010 de Derechos políticos de la mujer en un contexto de justicia social. Con la lucha de Evita protagonizamos las conquistas sociales y políticas más revolucionarias del siglo XX. Ella presentó los derechos políticos como reconocimiento a la lucha que las mujeres habían realizado, y articuló un discurso que otorgaba a las mujeres voluntad, autonomía y jerarquía a sus acciones sin necesidad que nadie las educase en el ejercicio de sus derechos, lo cual asimila su pensamiento al que fuera enarbolado por las feministas sufragistas de principios de siglo.
Evita exigía la politización del hogar. Y la construcción del concepto de “ciudadana” se realizaba privilegiando la diferencia sexual y exaltando lo femenino, pero sin desmerecer la política que no tenía características espurias, sino altamente éticas en esa concepción.
En 1949, se reformó el Estatuto de los Partidos Políticos en función de la organización política de la mujer y se consideró su participación en las contiendas electorales, hasta que por fin, el 11 de noviembre de 1951 casi 4 millones de mujeres argentinas votaron por primera vez. El hecho configuró un hito histórico y la cuestión del ejercicio de los derechos políticos por parte de las mujeres, no fue puesta en crisis ni aún luego de transcurridos los procesos de quiebre del sistema democrático acaecidos a lo largo de todo el siglo XX.
En punto al accionar político de las mujeres durante la resistencia peronista luego del golpe de Estado de 1955, destaca la figura de Alicia Eguren, quien a la par de John William Cooke planificó acciones de resistencia frente al quehacer destructivo de la dictadura militar. Estuvo detenida en la cárcel de Olmos, reforzando argumentos en las conversaciones con las dirigentes peronistas alojadas allí y al salir en libertad, viajó a Chile para unirse a Cooke, quien había logrado concretar la fuga del penal de Río Gallegos. Luego de contraer matrimonio, viajó a Caracas a encontrarse con Perón y le entregó el “Informe General y Plan de Acción”. En 1961 en Cuba, resistió en su puesto de Playa Girón, la invasión de la isla, de los anticastristas y de los Estados Unidos y fallecido Cooke, Alicia Eguren se convirtió en referente de la Tendencia Revolucionaria , militando durante la última dictadura militar con las Fuerzas Armadas Peronistas, el Peronismo de Base (PB), el Movimiento Revolucionario 17 de Octubre (MR17) y el Frente Revolucionario Peronista (FRP).
Tras el golpe militar del 24 de Marzo de 1976, Alicia fue secuestrada en 1977 y su cuerpo lanzado al Río de la Plata , en el marco de la más atroz y sangrienta dictadura militar, lo que no solo ocurrió con Alicia sino con tantas y tantas compañeras y hermanas nuestras. Durante la dictadura intentaron devastarnos, en el marco de un proceso local y mundial de confrontación entre dos sistemas materiales de intereses y de ideas. Nos encarcelaron y tuvieron que pasar varios años para que nos dieran el carácter de “presas políticas legales”, lo que no sucedió sino a partir de la visita de Comisión Interamericana de Derechos Humanos, (CIDH) de la OEA , en el año 1979.
Y nos trataron de locas. Y entonces fuimos Claudia Falcón, Azucena Villaflor y Elsa Oesterheld, pero también fuimos, somos y seremos Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo bajo los pañuelos de Hebe y Estela.
Durante los años `80 y sucedida la recuperación de la democracia, nos entusiasmamos con el fin de la dictadura militar pero durante los años ´90 miles debimos resistir el más feroz neoliberalismo en ollas populares, organizando comedores, en los movimientos sociales, sindicatos, con el cuerpo en las calles.
La llegada de Néstor Kirchner en 2003 marcó el quiebre de una lógica política antipopular y el inicio de un nuevo tiempo en Argentina. Con enorme voluntad política se recuperó la presencia del Estado como articulador social y con el país en marcha descendieron vertiginosamente los índices de desocupación, pobreza e indigencia. Las Madres y Abuelas no sólo fueron recibidas en la Casa Rosada sino que la Justicia para sus hijos y nietos se hizo posible con la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, lo que permitió la prosecución de las causas penales contra los autores de delitos de lesa humanidad.
Hoy, mujeres de enorme valor, comprometidas con la profundización de este modelo, e hijas de aquellas que no claudicaron en la defensa de sus derechos, ocupamos lugares de decisión política, conducimos Ministerios y Secretarías claves, manejamos áreas centrales de la economía y de las relaciones internacionales. Y políticas de Estado como la Asignación Universal por Hijo, de salud e inclusión educativa, de creación de 4 millones de puestos de trabajo, de jubilación para miles de amas de casa, de respecto irrestricto a la vigencia de los derechos humanos, nos protegen a todas y a las familias de las que somos sostén.
La celebración de los 200 años del nacimiento de la Patria nos encuentra con Evita como Mujer del Bicentenario y con Cristina Fernández de Kirchner, la Presidenta de la Nación , que es todo coraje al momento de enfrentar a los intereses corporativos económicos, mediáticos y políticos.
Con ella seguiremos construyendo el país que sabemos irrenunciable y dispuestas a custodiarlo hasta conquistar la Patria grande, Justa, Libre y Soberana.
Por Adriana Gigena de Haar
Docente de la Facultad de Derecho (UBA) y miembro de AJuS
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